Para mi cumple quiero un charco

Newsletter enviada por email a través de la suscripción a MONTESSOFÍAS

Recuerdo un día de la madre en el que fuimos a comer a casa de un familiar que tiene un hermoso terreno con olivos. Mis hijos, que entonces tenían 3 y 9 años, pronto se olvidaron de los juguetes que habían traído de casa.

Había algo mucho más interesante.

La tierra, los árboles, las florecillas y los Dientes de León. Esos fueron sus juguetes. Qué simples son. ¡¡Tanto dinero y espacio invertido en juguetes para luego pasar el día con algo tan básico como es correr y jugar con piedras, tierra y flores!!

No sé si también te pasa a ti, pero los mejores momentos de mi infancia los recuerdo en el campo. Ni en el colegio, ni jugando con juguetes. En mi adolescencia… lo mismo, en el campo; y los mejores momentos de mi vida adulta, en la naturaleza salvaje.

Cuando era niño recuerdo ir caminando por la sierra del pueblo de mi madre cogiendo moras y castañas; subir al cortijo de mi tío-abuelo montado en su yegua, meterme descalzo en el fango de una alberca recién vaciada en busca de sapos; jugar en la playa con las piedras, la arena, y las conchas,...

En la adolescencia, continué con un vínculo algo más distante de los elementos naturales, pues los experimentaba a través del deporte: las salidas en bici por Sierra Nevada con mis amigos, las excursiones a pie, las acampadas y el esquí.

Nada puede compararse en esa etapa con una acampada sin padres ni madres, bañándonos en el río y subiendo los montes como cabras.

De joven adulto. Entro en la Universidad y se me dispara la necesidad de campo y aventura. Ahora son viajes. Caminatas de varios días por el norte de España y extravíos por zonas complicadas de Sierra Nevada. Empiezo a tener una conexión más espiritual con la naturaleza. Me quedo empanado con los paisajes y los sonidos.

Mi primer trabajo. Termino la carrera en Italia y me voy a trabajar a las Islas Galápagos (Ecuador). Convertí aquellas islas en mi nuevo lugar de nacimiento. La experiencia superaba lo espiritual. Todo lo que entraba por mis sentidos se apoderaba de mi propia historia y la dilataba hasta tener la sensación de haber vivido allí durante cientos o miles de años.

Sueño con frecuencia que vuelvo a mi casa, a mis islas, al mar. No sé si sabes lo que es estar en esta playa de la foto rodeada de chimeneas volcánicas. Se llama Cerro Brujo, por si alguna vez vas a Galápagos. Es una vivencia sobrecogedora.

En la actualidad: no se me va de la cabeza el primer día en que, tras el largo confinamiento del 2020 se podía ir a la montaña. Ese día necesitaba subir y llegar a alguna cima para mirarlo todo desde allí. Nadie alrededor. Silencio, aire puro, luz natural, vistas impresionantes y muchos insectos. Un momento mágico.

¿Por qué toda esa necesidad de elemento natural? ¿Por qué mis mejores recuerdos están vinculados al contacto con la tierra, con el aire serrano, con el mar, las plantas, la arena y las piedras?

El caso es que no conozco estudios ni artículos que defiendan la necesidad de vivir rodeados de hormigón y vehículos a motor para el desarrollo intelectual, emocional y físico de los niños.

El día a día de un niño promedio tiene al menos 5 horas de colegio (la mayor parte metidos en una sala rectangular, y el resto del tiempo en un patio de suelo artificial e impermeable), y otras tantas en casa haciendo deberes o jugando (con o sin pantallas).

Si vive en un piso, además, toda la naturaleza a su alcance se puede reducir a unas macetas.

EL PAISAJE EN EL DÍA A DÍA DE UN NIÑO

Las vistas que muchos niños tienen de su entorno son las de una calle con muchos edificios altos. El cielo y la luz solar la reciben en algunos momentos, si acaso, durante el recreo en la pista deportiva del colegio o el patio de caucho sintético coloreado de los centros infantiles.

LO QUE OYEN

Por lo general, los sonidos que más oyen los niños a lo largo del día son los de los adultos, los de otros niños, los de las tablets y similares, y los del tráfico a motor.

Pero el mundo acústico de la naturaleza, ese silencio decorado con el sonido del viento en los árboles, o de las olas al romper en la orilla, del agua de un río o de los animales en estado salvaje llamándose entre ellos, ese mundo no lo pueden experimentar la mayoría de los niños. No lo tienen en el colegio ni en sus casas.

LO QUE TOCAN

Los niños diariamente tocan lápices, pantallas táctiles, libretas, juguetes de plástico o de goma, vasos, cubiertos y platos, elementos de madrea, muebles, paredes y suelos. Casi todo lo que tocan ha sido procesado o elaborado previamente.

Meter las manos en la tierra, en un charco, en la arena, en el mar, en el río o en la nieve… subirse a un árbol, coger flores, piedras y hojas del suelo, tocar el lomo de un caballo o de una vaca, observar aves o coger insectos, todo eso casi siempre está fuera del alcance de sus manos.

HAY COSAS QUE NO SE APRENDEN EN UN COLEGIO

Los colegios, por algún motivo que no consigo entender, han dado más importancia arquitectónica al deporte estructurado con reglas predefinidas, suelo duro y líneas pintadas en el suelo, que al juego espontáneo de los niños, el cual requiere un laberinto de plantas, tierra, charcos, arena, insectos, huertos, árboles, malas hierbas, flores y desniveles en el suelo.

Hay mucha literatura y mucho estudio al respecto de la importancia de los elementos naturales en el desarrollo de los niños. Échale un vistazo a este artículo que salió publicado en el país en 2017.

Hoy en día parece que si algo no está sostenido por estudios científicos hay que ponerlo en duda. Hay estudios científicos al respecto, pero… ¿de verdad los necesitamos?

Existe un consenso amplio sobre la necesidad de que los niños y niñas estén en relación con lo natural no porque la mayoría de la gente lo haya estudiado y haya sacado las mismas conclusiones, sino porque es una obviedad.

¿Es necesaria la demostración científica de que dormir es bueno para la salud? Supongo que habrá un amplio consenso en que si no duermes nada, tu salud se quiebra. Sin leer estudio alguno.

Igualmente, si te alejas de la naturaleza, pierdes autorregulación emocional y alegría de vivir.

Pero entonces, ¿qué problema hay para que los colegios no naturalicen sus infraestructuras? ¿Hay dinero para pistas deportivas y libros de ciencias naturales, pero no para tierra, plantas y arena?

Así reciben la naturaleza en los colegios e institutos:

  • Se imparten lecciones teóricas sobre la naturaleza, el reciclado y el impacto de los residuos plásticos en el medio ambiente.

  • Los niños y adolescentes hacen deberes y trabajos sobre el tema, y ven documentales.

  • En el libro de ciencias, se ven fotos e imágenes de animales y plantas, con sus partes y sus nombres.

Seguramente, si tuvieran una asignatura de guitarra, tendrían un libro con fotos de guitarras, el nombre de cada parte y unas nociones de cómo se toca. Lo podrían hacer y el sistema educativo diría: hemos enseñado a tocar la guitarra a tres millones de niños en España, muy por delante de los países de la Unión Europea.

No podemos pretender que los niños aprendan a proteger el medio ambiente sin haber experimentado una verdadera conexión con la naturaleza.

María Montessori, hace más de 100 años ya se nos adelantó.

En primer lugar, ella propone que el aula esté constituida por un salón interior y un espacio exterior. Tanto dentro como fuera, debe haber plantas y, si es posible, animales.

Si se dan las partes del fruto, por ejemplo, entonces se presentan diferentes tipos de frutos, se abren, se ve cada parte, se presenta el nombre de cada parte y después ofrecemos unas tarjetas con imágenes y sus nombres.

Siempre que sea posible, se parte del contacto directo con el elemento real. De lo concreto a lo abstracto, nunca al revés.Los niños pueden tener una experiencia sensorial y casi espiritual con el fruto: abrirlo, descubrir cómo es por dentro, cómo de duro, blando o acuoso es, cómo huele, cómo sabe, cuántas semillas tiene,…

Después vinculamos ese fruto con su planta, con los insectos, el clima, los usos que hacemos los humanos de esos frutos, etc.

Algunos centros educativos han dado el salto al vacío y se han lanzado a crear pequeños huertos. Por fin algo se mueve. Pero hay que ir mucho más allá. No hace falta ser expertos en educación, sólo tener en cuenta las necesidades más obvias del desarrollo de los niños y niñas.

QUÉ PUEDES HACER PARA PONER LA NATURALEZA AL ALCANCE DE LOS NIÑOS

Si tus hijos no tienen fácil acceso a la naturaleza:

  • Seres vivos en la casa. Añade especialmente plantas interiores o exteriores para que ellos las cuiden y las vean crecer.

  • Salir más al exterior. Lo que el colegio y la propia casa no pueda ofrecer, hay que crearlo. Encuentra la manera de que todas las semanas los niños tengan la posibilidad de disfrutar del campo una mañana entera o una tarde al menos y, a ser posible, en compañía de otros niños/as amigos suyos.

Si eres docente e impartes ciencias naturales o biología en el colegio o instituto:

  • Trata de llevar elementos naturales al colegio. Con un poco de iniciativa, liderazgo y energía, podrías incluso proponer algún tipo de intervención en el patio como un pequeño jardín botánico, un oasis de mariposas con plantas autóctonas, cambiar una parte del pavimento por tierra o arena, etc.

  • Haz el máximo de salidas con los alumnos a espacios naturales. Todo lo que puedas impartir sobre el terreno, mejor que en un aula.

En nuestro colegio (Granada International Montessori School), cuando empezamos en 2015, lo primero que hicimos fue levantar casi todo el suelo de asfalto.

Cerca de mil metros cuadrados quedaron desasfaltados y los rellenamos de tierra.

Después, en los siguientes años pusimos plantas, arena en una zona amplia, piedras en otra, un huerto en otra parte con un pequeño invernadero y una compostera.

Plantamos árboles frutales, abrimos un espacio de juego en un largo arriate elevado con plantas, añadimos columpios de madera, y hemos recibido la colaboración de algunas familias para hacer un restaurante-cocina para el juego simbólico con palets.

Ahora vemos la diferencia entre los primeros años y este último. Vemos cómo los niños desarrollan sus juegos en relación al contacto directo con los elementos naturales, cómo los conflictos entre ellos se han reducido a la mínima expresión, y las tensiones internas de los propios niños se diluyen.

Muchos niños se ponen descalzos para jugar. Esa toma de tierra ayuda al equilibrio emocional, pero si el suelo quema, pincha o raspa o es desagradable al tacto de los pies, entonces no querrán tener esa experiencia.

Si estás en Granada o te apetece venir, te invito a que visites este colegio (si no tienes a tus hijos ya aquí) donde los niños juegan en los charcos cuando llueve, van descalzos por la arena si les apetece, se esconden entre las plantas, “cocinan” en su restaurante con piedras y su moneda son hojas secas.

Desde que en 2015 abrimos nuestro colegio Montessori en Granada, hemos aplicado diariamente 10 consejos clave que nos dejó Maria Montessori con los niños para ayudarles a:

  • Generar en ellos una manera de estar en el mundo positiva

  • Juzgarse menos y confiar más en sí mismos

  • Crear un entorno donde se sientan seguros y aprendan a confiar en los demás

  • Realizar cosas por sí solos como parte de su aprendizaje

Obtén GRATIS mi guía de “10 consejos Montessori” con ejemplos prácticos de cómo los aplicamos en nuestro cole para ayudaros a que vuestra relación con vuestros hijos o alumnos crezca y florezca día a día.

Suscríbete gratuitamente a mis newsletters Montessofías, y automáticamente recibirás este Decálogo Montessori imprescindible.