El placer de acostarlos y despertarlos

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Cuando te acuestes esta noche, seguramente comprobarás que la alarma va a sonar mañana a la hora que tiene que sonar.

Tienes programado el momento en el que tienes que dejar el sueño y ponerte a funcionar. Tus hijos también.

Te vas a entregar al descanso asegurándote de que mañana te pones en marcha a una hora específica.

Duermas bien o duermas mal, estés soñando o no, tengas un resfriado o sientas que necesitas 4 horas más, a la hora programada te pondrás en acción.

A tí te despertará un artefacto electrónico. A tus hijos les despertará seguramente su padre o su madre. Lo mismo, duerman bien o mal y tengan mucho o poco sueño, si tienen que ir al colegio, es lo que toca. Si son mayores, ellos mismos tienen ya sus aparatitos programados.

Pero los niños viven ese momento de forma diferente a cómo lo vivimos los adultos.

Tus hijos tienen la posibilidad de ser recibidos con cariño cada nuevo día, y no con un despertador o un móvil.

Tienen una madre o un padre que, con calma, con unas palabras bonitas, con un contacto respetuoso, pueden hacer el mismo trabajo: despertarlos.

Obviamente, no hay color. No es lo mismo que te despierte un artefacto digital a que lo haga un ser humano con todo el cariño.

Cada día que empieza es un renacer, un aterrizaje en este mundo y una vuelta a la vida. ¿Qué nacimiento diario quieres darles? ¿Cuál te gustaría que fuera la primera voz que oigan cada día, la primera cosa que vean, el primer mensaje que reciban?

La infancia y la niñez suponen unas etapas únicas e irrepetibles en la vida.

Ser recibido cada día por las personas que te quieren, es una experiencia que dejará de repetirse, igual que la impresionante sensación de que te laven las manos. ¿Cuándo te lavaron las manos por última vez? ¿Quién fue esa persona?

Quizás nunca más seas despertado con cariño, porque la vida adulta en el mundo actual impone aparatitos, no abrazos ni palabras cariñosas.

María Montessori sostiene que en nuestros primeros momentos de vida tenemos un “embrión espiritual” (El niño en familia), que viene a ser como un impulso natural por conquistar los movimientos del propio cuerpo.

Esa conquista gradual del cuerpo físico es lo que ella denomina “la encarnación del embrión espiritual

Y finalmente, un deseo para la noche: “que descanses, que duermas bien, que tengas un sueño bonito”, “sabes que estoy aquí” “duerme tranquilo/a”.

Esta es una forma de dar la bienvenida a la noche. Es bueno que siempre haya una bienvenida. Siempre un recibimiento. Despedir es dar la bienvenida a otro escenario.

En definitiva, podríamos resumir en 5 puntos cómo ir a la cama con confianza y de forma placentera:

  1. Anticipar todos los procesos para que no haya prisas ni nervios

  2. Dar ejemplo

  3. Facilitar la liberación de las tensiones internas a través de la palabra sin juicios

  4. Crear el contexto adecuado para que puedan desconectar del día

  5. Despedida del día y bienvenida a la noche

Mi propuesta es dar a nuestros hijos ese espacio, ese tiempo, ese momento íntimo para regresar del mundo de los sueños.

La transición de un estado de conciencia a otro requiere intimidad y tiempo.

Cuando el cambio es repentino, el nivel de cortisol se dispara y facilita el conflicto. Primero hay que “encarnarse”, y una vez que tú eres tú, ya puedes interactuar con los demás.

EL MOMENTAZO DE LLEVAR A LOS NIÑOS A LA CAMA

Si te fijas, tienden a entrar en estado de locura cuando se aproxima el final del día, cuando están cansados, pero no quieren ir a la cama porque todavía les queda algo de energía. Los niños tienen que quemar hasta la última caloría antes de acostarse.

Por lo tanto, ese proceso no es sencillo. Los adultos tenemos en la cabeza: “son ya las 21.00 de la noche, el niño todavía no tiene el pijama puesto, mañana se levanta a las 8.00, va a dormir menos de lo que dicen los pediatras que debería dormir, mañana estará muy cansado”, etc.

Y cuando los adultos empezamos a ponernos nerviosos, lo que hacemos normalmente es “empujar” a los niños a la cama.

Cada vez tendemos a dar órdenes más autoritarias: “¡Son ya las nueve y media, y todavía estás así??!!”

Esta tensión agrava la situación. Provoca una reacción colérica en el niño y una tendencia a desafiar.

Si hay hermanos, es un momento de alta probabilidad de peleas entre ellos.

Al final, la despedida del día y la bienvenida a la noche se convierte en un cúmulo de nervios, acusaciones, chantajes, etc.

Pasar de la vigilia al sueño debería ser una despedida, una ceremonia de agradecimientos por todo lo realizado (esté bien o esté mal, da igual), por seguir juntos, por tener salud, por los momentos que disfrutamos este día, por lo aprendido.

No podemos mandar a un niño a la cama con voces. No podemos dejar que se acueste llorando. No está bien terminar así el viaje de más de 20.000 kilómetros que nos hemos pegado girando al rededor del eje terrestre.

¡Han pasado tantas cosas en el mundo en este día...! ¡y nosotros estamos bien! No podemos apagar la luz sin un reconocimiento y menos con una lucha de egos. Imagina que tu día fuera tu vida. ¿Es así como quieres irte? Para un niño, su día es su vida, que termina ahí.

Tal vez haya que establecer ciertos hábitos para hacer el paso a la cama lo más suave y gustoso posible. Aquí te propongo algunos:

  1. Cenar un par de horas antes de acostarse.

  2. Preparar las cosas del día siguiente con ellos.

  3. Poner una música relajante.

  4. Eliminar la posibilidad de ver pantallas con la mayor antelación posible al momento de ir a la cama. Va tanto para niños como para adultos. No móviles, ni tablets; no tele, ni consolas,… Nada de pantallas. Esto es complicado, pero hay consenso científico. Hagamos caso.

  5. Presencia plena y escucha activa de los adultos.

  6. Evitar presionar, simplemente actuar con ellos. Cenar con ellos, lavar dientes con ellos, poner pijamas, etc.

  7. Leer cuentos o contar historias que no puedan provocar pesadillas, ni generar un interés excesivo, porque entonces producirás un estímulo y no es lo que queremos hacer.

La propuesta es que este proceso sea un buen momento de relación con ellos, no una pelea diaria.

Y ahora atención a lo que ocurre muchas veces cuando ya está metido en la cama: empieza a contar cosas que le han pasado durante el día en el cole.

Es su manera de liberar la tensión que queda dentro. Los niños no quieren llevarse sus preocupaciones a la cama. Quieren soltar lo que les pasa antes de dormirse.

Este es el momento en el que padres y madres debemos estar más receptivos y abiertos a escuchar, porque podemos obtener información valiosísima de nuestro hijo/a.

Pero no sólo eso, sino que además es la situación idónea para generar un vínculo de confianza.

Igual que en el paso del sueño al despertar, aquí también hay un tiempo personal. Un tiempo en el que toca entregarse.

Cuando una persona se duerme, se hace vulnerable, no se puede defender. Su ego ya no sirve para nada, se enfrenta a las construcciones fantasiosas e incontrolables del inconsciente.

No sabe si tendrá pesadillas, si soñará cosas maravillosas o si tendrá sueños surrealistas o recurrentes. Tal vez aparezca un monstruo por la noche, haya un incendio o un terremoto. El sueño es necesario, pero la exposición al peligro es máxima.

Por lo tanto, es normal que los niños generen una resistencia a pasar a este estado. Por eso, muchas veces también les da miedo quedarse solos en la habitación y a oscuras, no quieren desvincularse del mundo.

Si necesitan un poquito de luz, la puerta entreabierta, sonido ambiente, etc. es porque eso les da la confianza de que siguen vivos, siguen en el mismo lugar y siguen acompañados.

De hecho, los bebés muchas veces necesitan movimiento, ya que eso les transmite que están junto a alguien de confianza que sigue despierto.

DESPEDIDA Y BIENVENIDA AL MISMO TIEMPO

Las palabras tienen un poder enorme. Despedirnos con unas palabras de agradecimiento y cariño, tipo: “gracias por tu compañía, por ser como eres” “me siento orgulloso/a de ti” “te quiero siempre, hagas lo que hagas” … esto ayuda, esto cierra un ciclo diario y prepara la transición al sueño.

Alguna caricia en las manos o en la cabeza, es una muestra de amor recibida sensorialmente. El contacto físico también da un soporte afectivo y, de alguna manera, acuna.

Arroparlo y que coja su peluche si tiene alguno, le transmite seguridad.

Cuando un bebé se da cuenta de que esas cosas que se mueven alrededor suyo son sus propias manos, se produce un destello de conciencia brutal.

Hay una conexión entre las dos manos y la vista, que abren el camino de la identidad. ¡Estas cosas que se mueven son mías y las estoy moviendo yo!

Al despertarnos por la mañana, vuelve a repetirse un proceso de encarnación, aunque dure escasos segundos… o incluso minutos.

Necesitamos un tiempo para conquistarnos, necesitamos la calma para reconocernos y reubicarnos (dónde estoy, qué postura tengo, qué hora será, dónde están los demás) para llevar la actividad consciente a todo el cuerpo e iniciar el día.

Desde que en 2015 abrimos nuestro colegio Montessori en Granada, hemos aplicado diariamente 10 consejos clave que nos dejó Maria Montessori con los niños para ayudarles a:

  • Generar en ellos una manera de estar en el mundo positiva

  • Juzgarse menos y confiar más en sí mismos

  • Crear un entorno donde se sientan seguros y aprendan a confiar en los demás

  • Realizar cosas por sí solos como parte de su aprendizaje

Obtén GRATIS mi guía de “10 consejos Montessori” con ejemplos prácticos de cómo los aplicamos en nuestro cole para ayudaros a que vuestra relación con vuestros hijos o alumnos crezca y florezca día a día.

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